Te metería los dedos en los oídos hasta sacar caramelos de ellos, lamería tus párpados y saltaría en tus hombros. Te miraría un año cocinar, hacer pis, bañarte, hablar. Escupiría mil kilos de corazones, los lanzaría al aire con pasión de infante y lo ensuciaría todo. Y si me diera frío, me cobijaría debajo de la uña de tu dedo pulgar y me guardarías con recelo hasta la próxima estación. Y si te diera frío y enfermaras, secaría tu transpiración y me comería tu fiebre. Todo lo ridículo se vuelve chocolate cuando lleva tu nombre. Y mi boca se hace agua cuando pienso en golosinas.
lunes, 28 de febrero de 2011
martes, 22 de febrero de 2011
la sensación
me senté en la cama para esperar. las tías tardaban en venir, como de costumbre. la mesa estaba servida pero me impuse no comer hasta que la gente llegara.
me acosté, estiré las piernas apoyándolas sobre la pared y jugué con mis pies.
pensé en la sensación.
la panza se me estrujaba de hambre y de algo más. el temor a ser descubierta por los invitados me atemorizaba. pensé en varias estrategias para seguir siendo la de siempre, ser yo.
la pierna derecha se me acalambraba y sentía el hormigueo subir del tobillo hasta el muslo. la sacudí un buen rato mientras la izquierda permanecía enderezada, tocando la pared.
bajá las piernas de ahí, sentate como una persona adulta, ¿querés?
tocaron el timbre, los invitados estaban llegando. el calambre me recorría ahora el cuerpo entero, comencé a moverme con electricidad para estar normal.
pegué un salto desde la cama, me disponía a salir de la habitación pero decidí cerrar la puerta para pensar tranquila en la sensación.
se me ocurrió fingir un ataque al hígado, un espasmo, un extraño malestar indefinible.
el cerebro me dolía de tantas ideas malas, me deshice de ellas.
escuché murmullos, gente que llegaba, tías que preguntaban por mí. hice un último movimiento eléctrico con los brazos y la cabeza, para que el hormigueo no volviera a sorprenderme.
salí de la pieza. esa noche hablé muy poco pero comí mucho. todos me trataron como si yo siguiera siendo yo.
me acosté, estiré las piernas apoyándolas sobre la pared y jugué con mis pies.
pensé en la sensación.
la panza se me estrujaba de hambre y de algo más. el temor a ser descubierta por los invitados me atemorizaba. pensé en varias estrategias para seguir siendo la de siempre, ser yo.
la pierna derecha se me acalambraba y sentía el hormigueo subir del tobillo hasta el muslo. la sacudí un buen rato mientras la izquierda permanecía enderezada, tocando la pared.
bajá las piernas de ahí, sentate como una persona adulta, ¿querés?
tocaron el timbre, los invitados estaban llegando. el calambre me recorría ahora el cuerpo entero, comencé a moverme con electricidad para estar normal.
pegué un salto desde la cama, me disponía a salir de la habitación pero decidí cerrar la puerta para pensar tranquila en la sensación.
se me ocurrió fingir un ataque al hígado, un espasmo, un extraño malestar indefinible.
el cerebro me dolía de tantas ideas malas, me deshice de ellas.
escuché murmullos, gente que llegaba, tías que preguntaban por mí. hice un último movimiento eléctrico con los brazos y la cabeza, para que el hormigueo no volviera a sorprenderme.
salí de la pieza. esa noche hablé muy poco pero comí mucho. todos me trataron como si yo siguiera siendo yo.
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