domingo, 25 de septiembre de 2011

Anticuados vestidos floripondio

Hablaban sentadas sobre las sillas de plástico dispuestas en una fila junto a la pared de las guirnaldas. Nadie las sacaba a bailar y simulaban no reparar en eso.
Pasaban el rato chismoseando, siempre sentadas, con sus anticuados vestidos floripondio.
A decía que no comería maníes porque no se había lavado las manos desde que llegó.
J decía: las bacterias son mis amigas, y comía con las dos manos, engrasándose los dedos que luego se limpiaba en el vestido.
Por qué nadie las querrá. Tal vez son feas. Tal vez son anticuadas. Cuando se hagan señoritas, los caballeros las desearán.
Cuando mamá me hace los rulos, los vecinos me miran un montón, decía J. A pensaba: qué puta, y se preguntaba por qué hoy no se habría hecho los rulos para el baile, y como si J le leyera el pensamiento decía que había humedad y que con el tiempo así los rulos le quedaban como alambre.
A pensaba que J se hacía la grande, aunque en verdad era más chica.
Las dos, ahora, hablaban de hacerlo. Las dos miraban al mismo, se llamaba Federico y era rubio.
A decía que tenía cara de príncipe. Ciertamente, era un príncipe y bailaba como tal.
J sabía imitarlo muy bien cuando, con A, jugaban a los príncipes amantes. J levantaba una ceja igual que Fede y miraba a A como si de verdad la deseara. A siempre terminaba riéndose y arruinaba todo porque le sacaba credibilidad.
La ropa, siempre puesta. y las caricias, por arriba del vestido. cuando sean señoritas, los caballeros las desearán.