"Atronan mis palabras con el rugido de cientos de leones-miniatura que habitan en mi laringe. Son palabras que te dedico". -Le dijo el hipocampo a la estrella de mar.
La estrella de mar, desde el océano profundo, donde ninguna luna llega y donde las palabras se pierden en burbujas que terminan en el estómago de algún cetáceo, se movió un poquito y procedió a seguir permaneciendo, imaginando que en una vida transoceánica un hipocampo y una estrella de mar podrían comprenderse y tomar el té.