tengo un rato para pensar si quiero o mejor no.
me mostró la panza, me dijo que estaba más flaca, que había implementado una técnica para endurecer la panza mientras caminaba. a mi me pareció patético, pero le dije que le quedaba genial, ahora podía usar la remera celeste que compramos en avellaneda.
le conté de la vez que me confundí de sala en el cine y terminé viendo una película sobre chicos con discapacidades victimizados y tratados con condecendencia. león gieco y los freaks. nos reímos mucho. si mi mamá se enterara de que digo estas cosas...
dice que le parece bien que me haya vuelto a hablar con josefina, que me deje de enroscar. estoy bien, le digo. pero hay una carencia trascendental.
creo que nos comimos la docena de facturas entre las dos, porque cuando entró matías las toqueteó un rato pero al final no se comió ninguna, decía que iba a cenar con flor y tenía que guardar hambre. qué hambre, pensé, justo cuando dijo eso. qué hambre hacerte el lindo y hablar así, la camisa abierta te queda tan mal. es de esas personas que te da re-vergüenza ajena mirar y escuchar.
cuando se fue me sentí mas cómoda. volvimos a las medialunas, mi café con leche ya estaba tibio. odio el café con leche tibio. todavía faltaba un rato para ir a la casa de josefina.
me quedaría hablando con vos así para siempre. nunca le diría eso. me sentía tan cómoda.
en cambio con ella iba a ser diferente. veríamos alguna película de inteligentes que no entenderíamos, ella me hablaría de sus ex novios, y me contaría lo mucho que entendió la película. ese día prefería las medialunas, tal vez hasta ver una peli, pero con vos, y reirnos de león gieco y los freaks. ella me esperaba en su casa, dijo que me mandaría un mensaje o haría sonar mi celular (siempre me olvido de cambiarle el ringtone de shakira). son las siete. tengo un rato para pensar si quiero o mejor no.
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