cuatro horas de sueño. torpeza en el caminar, en sostener un objeto en mi mano, casi hasta en el respirar. presentí que iba a ser un día de mierda desde que mis ojos se abrieron cuarenta minutos antes de que sonara el despertador con miedo de haberme quedado dormida. supe que esos cuarenta minutos de mullido sueño iban a durar, en realidad, diez minutos. no duraron ni dos. velozmente la alarma empezó a gritarme para que saliera de la cama calentita. le tuve que hacer caso.
cuatro horas de sueño y no descarté en ningún momento la muy factible posibilidad de que éste sería un día de mierda. lo enfrenté con fuerza por la mañana temprano. enfrenté el frío y las minúsculas gotitas que empezaban a caer del cielo que no morían en paraguas alguno, sino directamente sobre mis rulos.
evité que las dos horas que duró la clase de sociología, en aquella aula sin ventilación alguna y cargada de la pesada respiración del alumnado, el sueño me ganara de mano. los ojos permanecieron ficticiamente abiertos. la información venía, entraba y luego se tomaba recreos convertidos en divagues mentales y pensamientos bizarros.
casa, almuerzo y siesta. una hora de siesta fue peor que haber seguido de largo. otra clase.
y las tres horas de clase desafiaron nuevamente mi atención con insistencia, pero muy atenta seguí cable a tierra, hasta que los últimos quince minutos me di por vencida. demasiado.
casa, calor, unas tostaditas. ok, eso iba a venir rápido. lo difícil fue que se instalaran recuerdos de vos. y cada vez más nítidos. en el colectivo, el sueño, el hambre, los empujones del sujeto parado a mi lado y el frío se volvieron nada en comparación de lo mucho que necesitaba que estuvieras ahí. no quería ninguna otra cosa, no existía necesidad mayor.
al llegar, noté sorprendida que en la vereda de casa había una multitud concentrada, calles cortadas y autos de policía. ok, ahora QUÉ? seguí pensando en vos. me sequé las lágrimas.
como por inercia le pregunté a una mujer qué era lo que había pasado. no me contestó. la otra mujer que se encontraba parada a su lado me dijo: el marido de la señora acaba de morirse de muerte súbita.
yo creo que estas cosas pasan para hacernos entender que hay personas que realmente la pasan peor que uno. y para que la acertada predicción del día de mierda (que no solo lo fue para mí) pusiera su maldito sello. al menos, vos seguís viviendo. y yo también.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
american football guys, supports me in my lonely nights. (los años mueren)
ResponderEliminarque hermosa banda american football
Me gusta tu blog.
Dios bendiga a la rutina, que haríamos sin ella?
ResponderEliminarQuizás tener cerca a la muerte sea un llamado de atención, para aprovechar el mucho o poco tiempo que tengamos en esta tierra.
Cuatro horas, cuatro horas durmiendo, cuatro horas con esa persona, cuatro horas de lágrimas o cuatro horas antes en la vida de ese viejo que se murió.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarCuanta represión! escriba escriba
ResponderEliminar