se sentó sobre el sillón floreado con cuidado de no desacomodar y aspiró la fragancia a ódex que bañaba el neuróticamente-pulcro living de la señora f.
esperá acá nomasito, le digo que se apure.
no hay apuro, gracias.
las revistas de decoración y de dietas que estaban sobre la mesa tenían las páginas duras, como si algo se hubiese volcado sobre ellas tiempo atrás. no pudo evitar pensar en vómito. las dejó en su lugar e hizo el gesto inmediato de limpiarse las manos en los muslos.
el aire que aspiraba parecía estar encerrado en ese living por siglos y el perfume a limpieza sólo decoraba superficialmente el pesado estancamiento del tiempo.
algo atemporal latía en una especie de brisa ancestral que lo rozaba.
era como respirar la muerte de sus abuelos.
la señora f se acercó a darle un vaso de plástico con leche (¿leche? ¿sola?). fue un acto espantoso.
en el platito donde se posaba el vaso había una masa seca de esas que compran las tías. sintió cada detalle repulsivo en ese depósito de tiempo con olor a limpio y ajeno.
el asco que experimentó fue mayor a la excitación que le provocaba la hija de la señora f. o se percató de que la muchacha pertenecía a todo eso.
la dejó cambiándose, sola.
la señora f le dio la leche intacta a la gata y la masita al perro, para no desperdiciar. la hija conoció a otro mejor para ella.
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Impecable, friolenta.
ResponderEliminarYo lo volvería a escribir de nuevo, con mejores manejos de los ritmos. El final es un gran cierre. apático y conmovedor.
"Respiró la muerte de sus abuelos", es un gran descubrimiento. Por otro lado, siempre, pero siempre, otro es mejor; no olvidemos que no dejamos de hablar de la urdimbre demográfica.
Yo lo volvería a escribir como dios manda. Por suerte usted parece no ser creyente, vic. Salud.
Gran, gran relato.
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